Muriel Spark (Edimburgo, 1918), poeta y novelista, trabajó para los servicios secretos británicos durante
Mary Shelley fue una escritora sorprendente y su vida fue muy literaria. Hija de la pionera del feminismo Mary Wollstonecraft y el pensador socialista William Godwin, creció en una casa frecuentada por poetas y filósofos, de niña escuchó a Coleridge recitar su Ancient Mariner, y a William Blake. Su madre murió en el parto (víctima de la desatención sanitaria a las mujeres), Godwin se casó con una mujer convencional y traicionó sus ideales, impidiendo que Mary y sus hermanas estudiaran (Mary se consoló en la amplia biblioteca de su casa). El poeta Percy Shelley (admirador y benefactor de Godwin) se enamoró de ella y abandonó a su esposa Harriet para huir juntos. Godwin desaprobó la unión y adoptó el papel de un padre tradicional, pero siguió aceptando dinero de Shelley de por vida.
Mary y Percy Shelley emprendieron una vida bohemia, rodeados de escritores, siempre sin dinero. En Suiza, alquilaron una casa en el lago Leman, con Claire (hermanastra de Mary), lord Byron y su médico Polidori. Allí, Byron propuso que cada uno escribiera un cuento fantástico; sólo cumplieron Polidori y Mary Shelley. A sus 18 años, Mary Shelley creó un mito de la nada, sin ningún antecedente popular. Un mito tan poderoso y atractivo que sería constantemente revisitado en la historia de la literatura y el cine.
Según los análisis contemporáneos, el mito de Frankenstein enraizaría en la experiencia vital de su autora. Si bien la atmósfera es romántica, su postura es científica -la posibilidad de crear vida a partir de materia orgánica mediante electricidad (una idea entonces en boga, que Polidori debió de explicar al grupo)- y darwiniana, y no contra la ciencia, como creen algunos. Ese monstruo, rechazado por su propio creador -que abjura de sus teorías, como el padre de Mary-, ese monstruo culto y sensible, con un discurso racional más brillante que el de su hacedor, marginado por los hombres, aludiría al conflicto de la identidad femenina libre (temida y sojuzgada por el mundo masculino), o de cualquier identidad otra (racismo), y también a la identidad obrera en la revolución industrial (legado paterno socialista). Mary Shelley perdió a su madre, fue traicionada por su padre y sufrió la decepción de Shelley, que compartió con ella una intensa pasión literaria y amorosa, pero fue egocéntrico y desconsiderado (e íntimo del feroz misógino lord Byron). Los caprichos de Percy con los viajes constantes y su necesidad de huir de los acreedores acabaron con la vida de tres de sus hijos. Su ex esposa Harriet se suicidó arrojándose a un río, y la hermana de Mary, Fanny, también se suicidó. Pero según Muriel Spark, Mary Shelley fue "muy afortunada" en su vida.
Talento creador
La única fortuna de Mary Shelley fue probablemente su talento creador. Percy Shelley y ella se apoyaron en sus obras respectivas y vivieron su efervescencia literaria, huyendo de las deudas, que en la época significaban prisión.
Shelley murió de forma dramática y Mary tuvo que luchar sola contra la penuria y mantener a su hijo escribiendo, hasta que su suegro le legó la herencia que le correspondía.
La biografía de Muriel Spark sigue al detalle movimientos, viajes y relaciones de Mary, y dedica tres apartados a su obra. Se echa de menos una interpretación más analítica, más insight en esa crónica cansina de su vida, aunque resulte amena y accesible. Sus comentarios frívolos y poco rigurosos, a veces contradictorios, añaden cierta gracia al estilo -de salón decimonónico-, pero no ayudan a desentrañar a tan fascinante personaje, ni arrojan luz sobre el modo en que creó su obra. Creo que la brillante introducción de Isabel Burdiel a otra edición de Frankenstein (Cátedra, 2002) aporta claves más esclarecedoras para comprender a Mary Shelley que la biografía de Spark.
Esta cuidada edición de Lumen -en un momento brillante de la editorial- acompaña a otra de Frankenstein en Mondadori, con un sugerente prólogo de Alberto Manguel, dedicado a la presencia del mito en el cine. Es un placer volver a esa novela maravillosa, animada por la intensa verdad de su joven autora (y por la voz de un monstruo que nos habita), llena de claves simbólicas y poéticas y precoz antecesora del cyberpunk. Además de su riqueza simbólica, esta novela epistolar tiene virtudes estructurales: mezcla hábilmente los géneros, para subvertirlos, y sus voces múltiples refuerzan su contemporaneidad, con una perplejidad final muy chejoviana. Se ha dicho que Percy Shelley ayudó a Mary a pulir los monólogos del monstruo y tal vez fuera así. También le prestó su firma para publicarla en una época desfavorable para las mujeres. Nada de eso desmerece la inaudita creación de Mary Shelley, salvo su autocensura en la versión de 1831.
Cuando Frankenstein se niega a crear una compañera para el monstruo, su temor de que ella no acepte su destino y se convierta en una amenaza evoca el temor histórico del hombre ante la libertad de las mujeres. Y en un mundo marcado por la exclusión y la persecución de los distintos, la vigencia de Frankenstein es indiscutible.
Wednesday, May 31, 2006
Y Mary Shelley creó a Frankenstein
Tuesday, May 30, 2006
El nacimiento de Frankenstein
El nacimiento de Frankenstein o El moderno Prometeo de Mary W. Shelley hay que buscarlo en un atardecer de junio de 1816. Se encontraba en Villa Diodati, a orillas del lago Léman, en Suiza, junto con su amante y posterior marido, Percy B. Shelley; Lord Byron, la hermanastra de Mary, Claire Vlairmont; y John William Polidori. A causa de la inclemencia del tiempo se veían obligados a recluirse en la casa y se entretuvieron leyendo en voz alta, al calor del fuego, las historias de un libro titulado Fantasmagoriana. Cuando estaban a punto de retirarse a sus habitaciones, Byron animó a todos a escribir una pequeña historia de fantasmas. Polidori y Mary escribieron dos pequeños cuentos. El del primero se titulaba El vampiro, el de la segunda, Frankenstein. Percy Shelley leyó el de su joven compañera de dieciocho años, que ciertamente impactó a todos, y la animó a desarrollarlo en una novela. El 11 de marzo de 1818 se publicó con el título de Frankenstein; o, El Moderno Prometeo. Muchos pensaron que Shelley, que había escrito la introducción, era también el autor, y la verdad es que la novela no era ajena a su influencia. Leemos en el diario de Mary en la fecha 14 de mayo de 1817: “Shelley lee Historia de
La criatura de Frankenstein no es culpable por haber salido imperfecta de las manos de su autor. Tampoco es culpable de no tener ni tan siquiera un nombre propio. Pero de nada le sirve la reivindicación de su inocencia. Frankenstein había puesto todas sus ilusiones en un proyecto que ha resultado frustrado. Cuando estaba convencido de que estaba creando un hombre nuevo se sentía empujado por un “acicate irresistible”, un “ardor apasionado” y sostenido por una “constancia inquebrantable”. Llegado el momento decisivo, "con una ansiedad casi agónica, coloqué al alcance de mi mano el instrumental que iba a permitirme encender el brillo de la vida en la forma inerte que yacía a mis plantas. Era la una de la madrugada, la lluvia repiqueteaba lúgubremente en las calles y la vela que iluminaba la estancia se había consumido casi por completo. De pronto, al tembloroso fulgor de la llama mortecina, observé cómo la criatura entreabría sus ojos ambarinos y desvaídos. Respiró profundamente y sus miembros se movieron convulsivos". La decepción de Frankenstein será tan enorme como su esperanza. "Mi desilusión no conocía límites". A partir de este momento la novela no narra otra cosa que la demanda de una mirada comprensiva (ya que no de aceptación) por parte de una criatura inocente hacia un creador tan defraudado como esquivo. "Debo ser vuestro Adán -le dice- y, sin embargo, me tratáis como al ángel caído y me negáis, sin razón, toda felicidad."
Independientemente de ciertas críticas que podamos hacer a la trama de esta novela, hemos de reconocer su capacidad para atraer nuestra atención hacia situaciones en las que el infortunio es, a la vez, irreal y perfectamente verídico. La alegoría penetra, vivifica y tensiona el texto desde la primera a la última página, mostrándonos una existencia que no puede encontrar fácil cobijo entre los límites de un mundo que ha sido creado por un ser tan poderoso como esquivo. En esta alegoría el monstruo por sí solo no representa al hombre, aunque es, sin duda, el más humano de los protagonistas, precisamente por su imposibilidad para realizar su sensibilidad ética. Sus generosos impulsos se vuelven contra él, alimentando un despecho que acabará dirigiendo contra su creador. Al doctor Victor Frankenstein le ha pasado algo parecido, y por eso mismo representa la otra faz de lo humano, aquella que no encuentra la manera de canalizar la energía frustrada sino es contra su propia obra, es decir, contra sí mismo. Ambos conforman la imagen del moderno Prometeo, bien como héroe arrepentido de haberlo sido, bien como víctima del entusiasmo desmedido de un salvador cautivo de su propio orgullo.
Wednesday, May 24, 2006
Sunday, May 21, 2006
I WAS A TEENAGE FRANKENSTEIN
Description: The original trailer for the film I WAS A TEENAGE FRANKENSTEIN (1957). Notice how they tease U by not showing the Monsters face 2 get U into the theatre (or the drive in) What a totally wild movie!
Thomas Edison's Frank...
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This is to original Frankenstein, filmed by Thomas Edison Film Company in 1910. At this time they often used different colors to set the mood, therefore the different shades of color in the movie. Runtime 12 minutes, 10 seconds